Ángel Muñoz de Morales Sánchez-Cano, nació en Daimiel (Ciudad Real) el 17 de julio de 1911. Era el segundo de seis hermanos. A la edad de once años sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el Seminario de Ciudad Real. El 24 de diciembre de 1933, recibió la ordenación sacerdotal de manos del Obispo de Ciudad Real, Beato Narciso de Estenaga y Echevarría, y el 19 de enero de 1934 fue destinado como coadjutor a la Parroquia de Santa María de la Estrella de Almadén (Ciudad Real), una ciudad esencialmente minera. En la madrugada del 20 al 21 de septiembre de 1936 fue conducido junto con otras cuatro personas hasta el kilómetro diecisiete de la carretera Almadén-Agudo y, en el borde de la calzada, en la cuneta, fueron fusilados. Allí quedaron aquellos cuerpos hasta el 14 de abril de 1939, fecha en que fueron trasladados al Cementerio de Almadén. Ángel apenas tenía 25 años de edad y llevaba tres de sacerdote.
La familia de Angel en Daimiel
Fueron los padres de Ángel, Don Cándido Muñoz de Morales Maján y Doña María de los Angeles Sánchez-Cano y Fernández-Infante. Tuvieron seis hijos: Teresa, la mayor, y luego por este orden Ángel, Juan Pablo, Joaquín, Ramón y Cándido. Juan Pablo y Joaquín murieron muy jóvenes. Todos nacieron en Daimiel, excepto Cándido que nacería cuando la familia se estableció en Ciudad Real.
Vivía la familia en Daimiel en el número 3 de la calle de Emilio Nieto. D. Cándido, el padre de Ángel, fue sastre de profesión Atendía además el negocio de un estanco de la que era titular su madre a la que le fue concedido por la actuación en la guerra de África de su esposo Pablo Muñoz de Morales López Menchero. Como ocurre casi siempre la religiosidad de los padres de Ángel fue determinante para la vocación sacerdotal de éste, especialmente la devoción mariana de la familia a la Virgen de las Cruces, Patrona de Daimiel, que desde niño prendió en Ángel, como luego se manifestaría a otras advocaciones en los lugares donde transcurrió su corta vida. Don Cándido frecuentaba casi a diario la Iglesia del Convento de las Mínimas y allí en muchas ocasiones fue Ángel monaguillo del Capellán de las Mínimas que lo era entonces D. Aurelio Gómez Rico. Angel hizo la Instrucción Primaria en un Colegio Público de Daimiel que se denominaba Corrales. En edad temprana, se despertó en Ángel la vocación al sacerdocio y a los once años ingresó en el Seminario de Ciudad Real.
En Ciudad Real
A principios del año 1921 la familia traslada su vivienda a Ciudad Real. El padre de Ángel había enfermado y padecía una enfermedad cardiaca. Un nuevo trabajo relacionado con el comercio del tabaco y la esperanza de una mejoría de su dolencia fueron determinantes para el traslado. La familia se instala en la calle de Toledo, número 23.
Al cumplir once años Ángel da respuesta a la llamada de su vocación e ingresa en el Seminario Diocesao. Se dispone a cursar una carrera que durará once años y durante los cuales habrá de enfrentarse a un curso de Cánones, cuatro de Latín y Humanidades y seis de Teología y tres de Filosofía. Al esfuerzo que representa el estudio de las asignaturas ha de añadirse que en aquella época los Seminarios distaban de tener instalaciones mínimamente confortables, lo que añadía un obstáculo a la vocación que solo era superado cuando el aspirante crecía en la fe y en la esperanza con un corazón entregado como solo un joven puede entregarlo a un ideal. Cándido el padre vino enfermo de Daimiel y pensaba que con el cambio mejoraría de su dolencia del corazón. Pero sucedió todo lo contrario falleciendo al poco tiempo del traslado. Apenas había cumplido 44 años. Sucedía ello el 12 de febrero de 1926. Su esposa, Doña María de los Ángeles, cuenta entonces 42 años y tiene a su cargo a cuatro hijos: Teresa, 16, Ángel, en el seminario, con 15, Ramón, 6 y Cándido, que había nacido en Ciudad Real un año de edad.
Don Cándido, como sucedía habitualmente en casos similares, se llevó consigo la llave de la despensa. Tan solo la viuda y la hija mayor tenían que hacer frente a la situación. Un hogar sin patrimonio y sin otros ingresos que los que proporcionaba el trabajo del cabeza de familia, daba lugar en aquella época a que a la muerte de éste quedase prácticamente en el desamparo.
A partir del momento en que muere el padre, hay dos mujeres en la familia que adquieren un hermoso y heroico protagonismo, Doña María de los Ángeles, la madre y Teresa, la hermana, porque van a sostener el hogar con su esfuerzo y dedicación.
La situación económica de la familia puso en riesgo los estudios de Ángel en el
Seminario, pero obtuvo una beca, que al mismo tiempo que reconocía los méritos acreditados hasta entonces, aliviaba a la familia del coste de su carrera hacia el sacerdocio.
Teresa obtuvo un empleo, raro en aquella época para una mujer, en las oficinas de La Ferroviaria, Cooperativa del personal de los ferrocarriles en Ciudad Real, con el que ayudará a sostener económicamente a la familia.
Ángel, ordenado sacerdote
Así con un orden y una administración cuidadosa de los escasos recursos se llegó al año 1933, en cuyo día 24 de diciembre, Ángel fue ordenado Sacerdote en la Catedral de Ciudad Real y por el Obispo D. Narciso de Estenaga y Echevarría, el Obispo que el 22 de agosto de 1936 precedería a Ángel en el martirio por Causa de su fe siendo Beatificado el 28 de abril de 2006 por el Papa Benedicto XVI.
El 27 de diciembre de 1933 Ángel celebró su Primera Misa y fue adscrito provisionalmente a la Parroquia de Ntra. Sra.de la Merced de Ciudad Real, donde permaneció tan solo unos días. En efecto, el 19 de enero de 1934 fue destinado como coadjutor a la Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella, en Almadén. Era Párroco D. Venancio González Sanz que mantenía una gran amistad con el Rector del Seminario, gracias a la cual consiguió que Ángel, que ya tenía acreditada su excelente formación y las óptimas condiciones que reunía para ejercer el sacerdocio, fuera destinado a la Parroquia de la ciudad minera.
En Almadén
Pocos días después del conocimiento de su destino, la familia recoge los bártulos y los escasos muebles de su anterior vivienda en la calle de Toledo de Ciudad Real y se traslada a Almadén acompañando al hijo y hermano que va a iniciar su Ministerio Sacerdotal en la ciudad minera. Se instalan en una vivienda situada en la calle de Cervantes en su número 9. Está inmediata a la plaza de San Juan a la que da su nombre la Iglesia de San Juan, sufraganea de la Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella. En 1934, en un ambiente anticlerical, en un pueblo minero, no era fácil la integración de la familia de un cura de 23 años que daba allí sus primeros pasos. Afortunadamente, Teresa encuentra pronto trabajo en la zapatería de Don Manuel Rodríguez Maján, pariente del padre. También Ramón se prepara para ingresar en la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas y comparte esa preparación haciendo recados para la Farmacia de Don Luis Romero y Delgado, que no le proporciona sueldo alguno aunque si propinas. Con esos recursos la familia va poco a poco incorporándose a la vida de Almadén.
Había en Almadén cuando llegó Ángel tres sacerdotes, el Párroco, Don Venancio González Sanz, y los sacerdotes Don Víctor Serrano y Don Felipe Aparicio, los tres veteranos en sus relaciones con los vecinos de Almadén y alguno de ellos muy conocido por los trabajadores de la mina por ser capellán del Hospital minero.
El nuevo cura se incorpora pronto a la actividad de la Iglesia local. Se han encontrado 31 escritos de homilias y sermones, ològrafos y listos para ser pronunciados en las respectivas oportunidades de triduos, novenas o en otras ocasiones similares. Se crea por entonces en Almadén la rama femenina de la Acción Católica y Ángel es el encargado de dar la bienvenida y bendecir la bandera. Todo ello demuestra como, a pesar de la dureza y frialdad del ambiente respecto a las actividades propias de la Iglesia, no dejan de realizarse las que señala la tradición y la sucesión de la vida religiosa. La vida de Ángel transcurrió en Almadén con la normalidad que correspondía al ministerio que desempeñaba. Se ocupaba principalmente del culto en la Iglesia de san Juan. La asignación económica suprimida por el gobierno la suplió por medio de lecciones a algunos niños y en sus horas libres estudiaba porque aspiraba a doctorarse en teología. En definitiva, transcurrirían algo más de dos años de una vida normal identificándose cada día más con las buenas gentes del pueblo, sin que, por supuesto diera a nadie motivo de queja ni provocase controversia alguna.
Así se llega al sábado 18 de julio de 1936. Las noticias que llegan a Almadén anuncian lo peor. El difícil equilibrio político en el que se vivía hasta entonces se había roto. Con angustia y temor se viven los dos meses que siguen. En algunos lugares las Iglesias han sido cerradas y los cultos suprimidos. El terror de los primeros momentos se fue mitigando. Llegan noticias, principalmente de Puertollano y Ciudad Real que hacen crecer la angustia en la modesta casa de la calle de Cervantes…¿ Qué comentarios oirían en la calle Doña María de los Ángeles y su hija Teresa ? Las dos mujeres volvían a llevar el peso de la preocupación, de callar o disimular, de temerse lo peor…
El martirio
En medio de la zozobra, de la incertidumbre y de la inseguridad transcurrieron los dos meses que median hasta el 18 de septiembre, viernes, en que un grupo encabezado por un individuo al que apodaban «El Chichi» se presentó en el domicilio de Ángel. Eran las cuatro de la tarde. «El cura…el cura.. que salga que nos lo llevamos.» gritaban. Ángel estaba estudiando y tal y como se encontraba sin que se le concedirra tiempo para arreglar su indumentaria fue detenido y conducido a la cárcel de Almadén. Lo único que pudo llevar consigo fue el breviario y algunas pertenencias que siempre portaba: un escapulario, el rosario, el reloj de bolsillo y poco más. La madre y los hermanos como es fácil imaginar quedaron inmovilizados por el estupor que les causó lo que acababan de contemplar. Inmediatamente visitaron al Párroco Don Venancio González, que les tranquilizó porque a Ángel de nada se le podía acusar y recomendó fueran a la cárcel para tratar de verle, animarle y ayudarle con alguna ropa o comida. Aquella misma tarde Ramón el hermano que tiene 15 años lleva a la cárcel un somier con alguna ropa de cama, alimentos y ropa de vestir para completar adecuadamente la que llevaba Ángel cuando fue detenido. La visita a la cárcel la repetiría Ramón el sábado y también el domingo con alimentos y ropa y pudo comprobar el buen ánimo del detenido pues, afirmaba, confiado que en el juicio que habría de celebrarse no podrían acusarle de ninguna falta por lo que sería puesto de inmediato en libertad. El saber que se encontraba bien y confiado tranquilizó a la madre y la hermana de Ángel, pese a las noticias que continuamente recibían de otros lugares cercanos a Almadén. Otro detalle tranquilizador era que los otros tres sacerdotes de Almadén permanecían en sus casas, sin que hubieran sido detenidos.
El lunes 21 de septiembre, la madre, María de los Ángeles y su hijo Ramón, deciden ir a la cárcel a primera hora de la mañana con el desayuno que habían preparado para el preso y algunas ropas para sustituir a las anteriores….¡¡¡ no sabían la noticia que les esperaba !!! Al llegar a la entrada el individuo que estaba en la puerta al saber a lo que iban les dice que ya no necesita nada que se marchen y que no vuelvan más. La madre comprende inmediatamente lo sucedido. Pierde el conocimiento y ha de ser atendida.
¿Nos damos cuenta del estado en que regresaría a su casa aquella madre? Su hijo había sido vilmente asesinado, simplemente por el hecho de ser sacerdote y no ser de Almadén.
¿Habría sido posible que Almadén en aquella vorágine hubiera permanecido sin asesinar a un sacerdote ?
Esto es lo que ocurrió pocas horas antes de que María de los Ángeles y Ramón, se personaran en la cárcel.
En las primeras horas del día, aunque todavía en plena oscuridad, la banda que capitaneaba un tal «Chichi», condujo una camioneta hasta la cárcel y a ella subieron a cinco presos entre ellos el sacerdote Ángel Muñoz de Morales Sánchez-Cano. La camioneta se dirigió por la carretera a Agudo hasta el Km 17 donde se detuvo. La seguía un turismo. Los presos fueron bajados, atados y conducidos a la cuneta de la carretera y allí, con los faros del turismo iluminando la terrible escena fueron fusilados.
¡Se había hecho justicia! ¡Habían eliminado a peligrosos elementos fascistas y entre ellos ¡ cómo no ! a un cura, cómplice seguramente de ellos !
Los cuerpo fueron cubiertos con una tenue capa de tierra y la banda regresó a Almadén. Días más tarde las autoridades decidieron recubrir los cadáveres y así se hizo añadiendo más tierra a la somera capa del primer momento. Y de esa forma allí permanecieron hasta el 14 de abril de 1939, más de tres años y medio, sin que se permitiera a ninguno de los familiares recuperar el cadáver de su deudo.
Para María de los Ángeles y sus tres hijos comienza una vida llena de dolor y de intensa amargura ….y de miedo. A las dificultades económicas a las que ya estaban habituados, se unen ahora la soledad y el aislamiento en un pueblo al que se trasladaron llenos de esperanza sin que fuera posible prever un resultado tan terrible. Y por si todo ello no bastara, Ramón cumple en 1938 19 años y es movilizado por el Ejército de la República. Un mazazo más para aquella madre…Ramón se incorpora a una unidad militar que es enviada a Valencia. Es cierto que la guerra civil está en esos momentos en su última fase, pero… El 27 de marzo de 1939 Almadén es incorporado al territorio llamado «nacional» y el 1º de abril siguiente se anuncia el fin de la guerra. Pocos días más tarde Ramón regresa a Almadén y se abraza sano y salvo a su madre y sus hermanos.
El entierro
En los primeros días de abril de 1939, se procedió a la exhumación de los cadáveres que habían permanecido en el lugar de su fusilamiento y a su traslado al depósito del cementerio para ser identificados y que se llevaran a cabo los trámites judiciales correspondientes antes de su enterramiento definitivo.
Junto con Ángel habían sido fusilados los tres hermanos Ruiz de Ayllón Moreno, Gustavo, Nivardo y Pedro y el primo de estos Fernando Sánchez Grande.
Una vez hechas las oportunas tareas de identificación los restos de los tres hermanos Ruiz de Ayllón fueron entregados a sus familiares que los llevaron a enterrar en la Iglesia Parroquial de Saceruela, lugar de donde era originaria la familia, situado a 32 km de Almadén en la carretera CM-415.
En cuanto a los restos mortales de Fernando Sánchez Grande y Ángel Muñoz de Morales posiblemente por problemas para su identificación por separado fueron inhumados conjuntamente en la tumba que poseía la familia Sánchez Grande en el cementerio de Almadén y que se identifica en el Cementerio como «Familia Sánchez Grande»
El lugar exacto donde se depósito el cuerpo de Ángel fue, según los testigos, a la derecha de la tumba. El testigo principal, su hermano Ramón, dice que hubo mucha dificultad en la identificación de sus restos y que el Dr. D. Lorenzo Cabanillas la llevo a cabo comparando y separando huesos de uno y otro tamaño. Fernando era corpulento en tanto que Ángel era menudo y esa circunstancia fue la que determinó la identificación de uno y otro. En aquella época no existía la prueba del ADN. A la madre de Ángel no se la permitió ver ni recibir al cadáver de su hijo.
En la tumba ni en los documentos consultados hasta ahora existe referencia alguna al enterramiento de Ángel.
El certificado de su inhumación esta extendido y firmado por D. Venancio González Sanz, Cura Arcipreste de la Iglesia Parroquial de Santa María de la Estrella, de Almadén, tiene el número de inscripción número 79 y literalmente dice así:
“Nota al margen. Número 79. D. Ángel Muñoz de Morales Sánchez, hijo legítimo de D. Cándido y Dª María . 14 de abril. Falleció el 21-8-36.”
Y en el cuerpo de la certificación:
“En la ciudad de Almadén, Obispado Priorato de las Cuatro Ordenes Militares, Provincia de Ciudad Real, a catorce de abril de 1939, Yo, el Presbítero, Ilmo. Sr. D. Venancio González Sanz, Cura Arcipreste de la Iglesia Parroquial de Santa María de la Estrella y Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica, previos los requisitos legales, mandé dar sepultura Eclesiástica, en el Cementerio Católico de esta Ciudad, al cadáver de D. Angel Muñoz de Morales y Sánchez, natural de Daimiel Ciudad Real y Coadjutor de esta Parroquial, de veinticuatro años de edad, hijo legítimo de D. Cándido y D.ª María. Falleció de muerte violenta el veintiuno de septiembre de mil novecientos treinta y seis. Fueron testigos los sacristanes de esta Parroquia. Y para que conste lo firmo y fecho ut supra.
Es ilegible la firma y la rúbrica.
Meses más tarde el Ayuntamiento de Almadén acordó dar el nombre de Ángel a una de las calles principales de Almadén.
Todos los testimonios que se han podido recoger abundan en la vida espiritual de Ángel como ejemplar y acorde con la vocación y el Ministerio al que fue consagrado. Y como no pudo ser menos, ejemplar y santa fue su muerte, perdonando a los que tan cruelmente le trataban. El odio a la Iglesia Católica y sus ministros resulta evidente en este Mártir. Y cabe también pensar en si los que mandaban se hubieran satisfecho con la renuncia pública de Ángel a su fe y su sacerdocio. La madre, viuda y con tres hijos menores de edad y cuando la guerra era favorable al ejército de la república ¿Fue tentado Ángel con esa posibilidad? En cualquier caso murió heroicamente consolando a los que fueron fusilados con él y perdonando a los que así actuaban.
Rasgos de su carácter
Cuando a Ramón se le solicito que describiera los rasgos principales del carácter se su hermano, escribió lo siguiente
«Ángel era una persona de complexión delgada, de mediana estatura. Cabeza proporcionada, frente ancha y despejada, mirada firme y recta. De costumbres austeras y sencillas. No en balde se había formado en la disciplina de un seminario de la época donde no había concesiones al confort o la comodidad.
Su humor era constante sin altibajos. Cuantos se acercaban a él eran acogidos de forma cordial de manera que nadie puede afirmar haberse visto violentado en la forma de ser recibido ni mucho menos rechazado. Cuando tuvo que reprobar alguna actitud o palabra lo hizo con extraordinaria caridad y siempre con sencillez.
Hablaba correctamente el castellano sin acento alguno. Llamaba la atención su pronunciación del latín en las Misas que celebraba. Ponía especial atención en ello, pese a que era evidente que los asistentes no se fijarían demasiado
Cuando leía en voz alta lo hacía tratando siempre de que se entendiera lo que decía, de forma que pronunciaba todas las palabras de forma completa y a la velocidad adecuada para que el oyente asimilara perfectamente lo que decía. Cuando, por ejemplo, dirigía el rezo del Rosario, imponía un ritmo tal que la monotonía del rezo se transformaba en una verdadera salmodia de alabanzas. Paladeaba, valga la expresión el rezo del Ave María. En la época en que ejercía el ministerio no había micrófonos en las Iglesias, por lo que los sermones se pronunciaban desde el púlpito dispuesto en cada Iglesia. Ángel era un excelente orador sagrado ya que el contenido siempre lo estudió y meditó previamente y en cuanto a la forma, el volumen de su voz, los matices y diferentes tonos, las pausas, todo ello tenía por objeto que el auditorio no solo comprendiera lo que le llegaba sino que llegara a hacerlo suyo. La prueba de que estudiaba y meditaba sus sermones está en los textos autógrafos de más de treinta sermones para diferentes solemnidades u ocasiones litúrgicas que han llegado a nosotros tal y como los escribió.
Ángel convivía perfectamente con su madre y sus hermanos en la vivienda familiar. No hubo nunca problemas de convivencia. Asumió el papel de padre con los hermanos menores, Ramón y Cándido, a los que seguía en los estudios y educación. Las costumbres de la casa, los horarios, fueron siempre atendidos sin dificultad alguna. Es cierto que su madre, cuidaba con especial esmero todo cuanto podía afectarle, la limpieza y cuidado de la ropa, las dietas alimenticias, etc..
En aquella sencilla familia toda su existencia giraba alrededor de Ángel.»
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Este es el lugar del fusilamiento en una vista desde satélite. El lugar está en la carretera N-502 cerca de Agudo en el lugar atravesado por el Arroyo Juncoso. Se puede ver el trazado de la vieja carretera en cuyo arcén de la izquierda según el sentido de la marcha se produjo el fusilamiento. Años después las curvas fueron suprimidas y en el nuevo trazado el lugar queda a la derecha. Y en ese sitio es donde está situada la cruz que recuerda el luctuoso suceso. En el mapa se ha señalado el lugar con una señal roja.